sábado, 28 de abril de 2012

La inversión en ‘start-ups’ españolas se estanca a niveles de 2006


Emprendedores

Suena a contradicción pero así están las cosas: vivimos el mejor y el peor momento para crear una empresa de tecnología en nuestro país. El mejor porque Internet hierve más que nunca con nuevas posibilidades de negocio y el peor porque en España cada vez hay menos dinero para montar una start-up y hacerse emprendedor.
La conclusión se puede obtener echando un vistazo a los últimos datos publicados por la Asociación española de entidades de capital riesgo (Ascri). Según sus cálculos, la inversión de las firmas de capital emprendedor (venture capital o VC) en start-ups de tecnología cayó a los 127 millones de euros el año pasado, un 9% menos que en 2010 y prácticamente al mismo nivel que en 2006.
Es decir, seis años de sopor y estancamiento en un sector en el que más allá de nuestras fronteras solo se habla de estrenos en Bolsa, compras e inversiones millonarias.
Ascri incluye a todas las entidades activas en España y aunque deja fuera a las redes de business angels, sus datos sirven de orientación. Y por añadir algo de contexto: solo la financiación que recibió Instagram antes de ser comprada por Facebook (57,5 millones de dólares) supone el 35% del total invertido en start-ups en nuestro país en 2011.
Javier Santiso, profesor de Esade, me lo confirmaba esta semana con otro dato desolador. Mientras en EE.UU. el gasto en capital emprendedor per cápita es de 70 dólares, en España no llegamos ni a un dólar. “Se suele decir que aquí hay mucho dinero y faltan ideas. Es falso, hay capital riesgo pero falta capital emprendedor”, explica.
Datos Ascri
La National venture capital association, equivalente en EE.UU a la Ascri, ofrece su foto: allí la inversión de las entidades de venture capital en start-ups tecnológicas (en fase semilla e inicial) creció un 28% el año pasado hasta los 7.360 millones de dólares, es decir, casi 60 veces más que en España.
Vale, compararse con EE.UU. es irse al extremo, pero la distancia con el resto de economías europeas es también abismal. “Suecia o Noruega invierten 45 dólares per cápita en start-ups”, dice Santiso.
El resultado de todo esto es el de siempre: una tremenda infracapitalización de los proyectos tecnológicos españoles. Montar una empresa y recibir 100.000 o 200.000 euros es relativamente “fácil”, pero dar el siguiente paso, levantar dos o tres millones es algo casi insólito. Si de lo que se trata es de crear un negociete local para ir tirando, bien, pero si lo que el emprendedor ambiciona es competir a nivel europeo o mundial, mejor hacer las maletas en busca de un padrino.
Entre tanto dato negativo, alguna nota anima al optimismo. Según Ascri, el sector tecnológico supone el 61% del total de inversiones en nuevas empresas en España. Bien. Y crece la inversión en proyectos semilla, esos con menos de un año de vida, gracias sobre todo al impulso de nuevos proyectos como Wayra, iniciativa de Telefónica, y a entidades más veteranas como Caixa Capital Risc.
En otras palabras, existe la base y existe el talento, falta la pasta para jugar en las grandes ligas. La duda es: ¿la habrá algún día? Probablemente no, lo cual lleva a otra reflexión: ¿por qué no especializarse en crear la mejor cantera de emprendedores y start-ups listos para exportar a esos países donde sí abunda la financiación? Lo de intentar crear un Silicon Valley local en cada rincón del planeta suena muy bien pero carece de sentido. Silicon Valley solo hay uno. Quizás el pragmatismo funcione mejor.

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